Política de Género
Introducción
El presente documento es el fruto de un proceso de reflexión colectiva llevado adelante desde octubre de 2017 hasta agosto de 2018 por integrantes de los equipos de trabajo de las diferentes áreas de Juventud para Cristo, que analizaron la realidad actual y expresaron necesidades y desafíos presentes con miras a elaborar una Política de equidad de género que sea herramienta para la misión de la institución. Se trabajó en modalidad de taller, con la ayuda de una facilitadora externa a la organización. Se acordó revisar y actualizar periódicamente los contenidos de la presente Política de género de JPC-Uruguay para asegurar su vigencia en el tiempo.
Marco conceptual y referencial
Juventud para Cristo está comprometida, a través de la reflexión y la acción, con el reconocimiento efectivo del valor y dignidad dados por Dios a todo ser humano, del cual se deriva el reconocimiento de los derechos de todas las personas. En nuestro compromiso priorizamos a las personas en situación de mayor vulnerabilidad dentro de sistemas que generan pobreza –en todo sentido–, inequidad y falta de oportunidades para la vida plena.
En el presente contexto social de Uruguay y de la región, vemos una creciente tendencia a analizar la realidad dentro de un esquema polarizado y desde categorías dicotómicas con relación al concepto “género”, con nociones sobreentendidas y divergentes respecto de su significado, lo cual dificulta el diálogo y ha suscitado conflictos en diferentes contextos eclesiales, sociales y políticos.
Con el propósito de clarificar conceptos, en el presente documento recordamos que el término género comenzó a utilizarse a mediados del siglo XX, a partir de la constatación de que existían grandes diferencias respecto de qué es ser hombre o ser mujer derivadas de un proceso individual y social y de la crianza y educación en una determinada familia, sociedad o cultura. Estas diferencias observadas entre unos hombres y otros, y unas mujeres y otras, no podían ser explicadas solo por el sexo cromosómico, hormonal, gonadal o anatómico que era igual para todos los hombres y todas las mujeres.
Así, la palabra sexo quedó más ligada a los componentes biológicos y género a lo que una persona, nacida con determinado sexo biológico, va desarrollando por influencia cultural. Sexo y género son, por consiguiente, conceptos inseparables que han resultado muy útiles porque permitieron un diálogo más abierto y fructífero. Este enfoque bioconstructivista de la sexualidad humana nos ha ayudado a entender cómo la biología y la cultura se articulan e interrelacionan para dar lugar a la manera única de ser de cada persona. Sin embargo, aún queda mucho por conocer y avanzar en temas de identidad, roles y perspectiva de género.
Posteriormente se acuñó la expresión rol de género en referencia al conjunto de comportamientos que se consideran apropiados para los hombres o las mujeres dentro de un grupo humano determinado, ya sea una familia o una comunidad. Estos comportamientos aceptados dependen de la idea de masculinidad y femineidad prevalente en cada comunidad. En este sentido, recordamos que hemos sido formadas y formados, durante siglos, en una cultura jerárquica que valoriza de manera muy desigual lo masculino y lo femenino; esta concepción permea todas las esferas de la vida y determina modelos de relacionamiento en los que lo femenino es desvalorizado con relación a lo masculino. Esto ha generado grandes inequidades, provocando que, en general, las mujeres sean más pobres, tengan menos acceso a la educación, al trabajo y a la salud, sufran más violencia, tengan menos poder de decisión, salarios más bajos, jornadas laborales más largas no debidamente remuneradas, etc. A esto se le llama inequidad de género. Corresponde señalar que este sistema de inequidad y desigualdad también se manifiesta en una desvalorización de personas o colectivos según su etnia, clase social, religión, cultura, capacidad, generación u origen familiar y de minorías de cualquier tipo, de modo que se vulneran derechos tanto de hombres como de mujeres. Este orden cultural y social suele considerarse natural y, muchas veces, se lo invisibiliza. Como institución cristiana, creemos que esta cultura jerárquica, que valoriza a las personas en forma desigual, se opone al modelo de relación que nos plantea Jesús en los Evangelios y al modelo relacional de armonía y equidad de Génesis 1. Afirmamos que estamos llamados a trabajar intensamente para dar lugar a modelos más equitativos y justos de relacionamiento y de cuidado. Somos conscientes de que es un proceso que se ha iniciado, pero que el camino no es fácil. Como Organización basada en la fe, consideramos imprescindible tomar estos datos de la realidad para definir nuestra política de género partiendo de nuestra identidad cristiana que no admite inequidades.
Política de género de Juventud para Cristo – Uruguay
Considerando:
El marco legal vigente y, más específicamente, el Código de Ética de JPC que dice: Promovemos relaciones de equidad entre las personas en todas nuestras acciones, con total independencia de su etnia, género, edad, religión, ideología, condición socio-cultural o situación económica. Reconocemos en nosotros una matriz discriminadora inherente al ser humano, por lo que comprometemos nuestro esfuerzo permanente a fin de que todas nuestras acciones expresen fehacientemente el rechazo a todo tipo de discriminación.
- Que todas las personas estamos atravesadas por una cultura jerárquica e inequitativa, naturalizada por la sociedad; que no podemos negar esta realidad; y que se hace necesario revisar y cuestionar nuestras prácticas desde el modelo de Jesús, quien intencionalmente quebró todo esquema generador de opresión, injusticia y dolor, rompiendo incluso con los modelos religiosos de su época.
- Que la inequidad de género afecta y daña a las personas, al tejido social y a toda la creación, ya que el esquema de poder que la sustenta genera injusticias y muerte.
- Que somos personas creadas a imagen y semejanza de Dios, y que todo ser humano tiene un valor intrínseco e inalienable, tal como lo expresa la Declaración Universal de los Derechos Humanos y el Código de Ética de JPC.
- Que como Organización basada en la fe seguimos a Cristo, quien nos llama a amarnos y amar a las personas como regla de oro para la vida plena.
- Que quienes somos parte de JPC representamos una riqueza de miradas y perspectivas diversas, teniendo como horizonte la comunión con Cristo en quien Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús (Gálatas 3:28, Reina Valera Contemporánea) y el ministerio de la reconciliación con toda la creación: Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo a través de Cristo y nos dio el ministerio de la reconciliación. Esto quiere decir que, en Cristo, Dios estaba reconciliando al mundo consigo mismo, sin tomarles en cuenta sus pecados, y que a nosotros nos encargó el mensaje de la reconciliación (2 Corintios 5:18-19, Reina Valera Contemporánea).
Acordamos:
- No repetir modelos naturalizados que generan y promueven inequidad, violencia e injusticia.
- Reforzar nuestra identidad cristiana siguiendo como guía el modelo relacional de Jesús que no admite inequidad alguna.
- Respetar y hacer respetar los derechos humanos, partiendo de una opción por las personas más
- vulnerabilizadas.[1]
- Renovar nuestro compromiso con el buentrato y denunciar toda discriminación.
- Sostener el principio de igual trabajo, igual salario.
- Respetar la gran diversidad de personas que integramos JPC y los diferentes contextos en los que trabajamos.
[1] Revisten particular interés una serie de convenciones y acuerdos que se están dando en esta materia. A modo de ejemplo recomendamos leer:
Belem do Pará: https://www.oas.org/dil/esp/convencion_belem_do_para.pdf
CEDAW: http://www.un.org/womenwatch/daw/cedaw/text/sconvention.html
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